martes, 15 de abril de 2008

Todos los alumnos son importantes (traducido del portugués)

En estos tiempos revueltos de la educación en Portugal, me arriesgo a cuestionar el papel de los profesores: la falta de relevancia que se da a la profesión docente, las largas horas pasadas en tareas burocráticas, la ausencia de formación continua (cursos o conferencias) porque no es posible descontar tiempo lectivo a tal efecto, cuando todos los otros profesionales tienen ese derecho. Y porque no pretendía ser la única voz, y por eso mismo parcial, en este espacio de discusión, inicié aquí un conjunto de testimonios, de personas que enseñan y testimonian como yo: que todos los alumnos importan, y por ello hay que marcar la diferencia en nuestra escuela, en nuestra comunidad y en nuestro país...

Comienzo con los testimonios de los cien mil profesores que hicieron historia el pasado día 8 de marzo de 2008, en Lisboa, Portugal.

Testimonios de profesores

João, 45 años, docente desde 198o: "Es a la vez una fuente de tristeza por las condiciones actuales de trabajo y por la falta de perspectivas futuras (no aconsejo a nadie escoger esta profesión), pero también un espacio de lucha porque considero que todavía no está todo perdido. Por desgracia, temo que gran parte de lo esencial ya está condenado y esta profesión está condenada a la proletarización, como consecuencia de la pérdida de calidad de los profesionales. Cada vez más va a ser profesor quien no consiga ser otra cosa. Yo escogí esta profesión porque me gustaba mucho, y veo ahora que se está transformando en una pesadilla sin perspectivas de poder ganarse la vida decentemente, y sin condiciones de conseguir ejercer la actividad de forma satisfactoria. Comencé a dar clases en 1980 y me apasioné por esto, de modo que dediqué a esta profesión toda mi vida desde ese momento. Y ahora me sale este jefe de gobierno y esta ministra en esta tómbola y ¿cómo creen que me siento? ¡Me siento traicionado! ¡Me siento engañado! Siento que he estado comprometiendo el futuro y la felicidad de mis compañeros de profesión, y siento que estoy comprometiendo el futuro de este país, con la certeza de que, de aquí a unos años, ojalá me equivoque, pero se va a causar mucho daño y después va a ser muy difícil enderezar las cosas. Pienso que de aquí a diez años estaremos como en Brasil: dos sistemas de enseñanza, uno público sin credibilidad y sin calidad, y uno privado con gran calidad y credibilidad. Pero, tanto en uno como en otro, los profesores van a ser asalariados tratados como tal, sirvientes para cumplir una función concreta: por una parte, la de los esclavos griegos que enseñaban a los hijos de la clase dominante, y por otra, la de los desgraciados que tienen que aguantar a los feos, sucios y malos de entre los hijos de portugueses pobres; feos, sucios y malos no me identifica con ninguna de esas funciones. Fue necesario que llegara este gobierno para hacerme querer cambiar de profesión y en esta fase en la que me encuentro actualmente. Lo siento..."

Ana, 52 años, docente desde 1977: "El primer papel del profesor es escuchar a los alumnos, participar en el proceso de aprendizaje, dándole espacio para crecer y desarrollarse en plenitud en sus vertientes cognitivas, afectivas, psicomotoras en las áreas de formación general, formación profesional y ciudadanía. Con esta inestabilidad en las escuelas y tantos papeles para rellenar y tantas reuniones a las que asistir, pasé a no tener tiempo para preparar lecciones interactivas o proyectos interesantes. Los alumnos se resentirán con esta faceta mía puramente transmitiva y teórica, que refleja los contenidos del manual y que no tiene nada que ver con las experiencias de los alumnos y sus realidades sociales. Estoy cansada de remar contra corriente. En tanto en cuanto no cambie la política en educación... ¡ya no me apetece enseñar!"

Clara, 23 años, fue docente por primera vez el año pasado. No piensa opositar: "Fui docente de informática y pensaba que tenía vocación para enseñar, pero por desgracia en la primera semana de clases me mandaron a un instituto en los alrededores de Lisboa, y no aguanté la violencia y el estrés que sentía, sólo con observar la agresividad de los alumnos y la indisciplina en el aula. Desistí al cabo de un mes cuando uno de los alumnos me tiró una silla, sólo porque lo mandé a callarse y pedir disculpas a sus compañeros. El Equipo Directivo no me dejó presentar una queja del alumno y ya nunca he conseguido enfrentarme a una clase, hasta hoy. Dejé de ser profesora y actualmente trabajo en una empresa de informática. Deseo la mejor de las suertes a todos los docentes y lamento que sea tan difícil defender su dignidad y que no tengan alternativas profesionales".
Francisco, de 32 años, docente desde 1997: "Me encantaba ser profesor, pero actualmente me siento triste, desmotivado y con voluntad de abandonar la profesión. Ser evaluado por un colega titular que no tenga la misma visión constructivista de la enseñananza-aprendizaje que practico en el aula, me hace temer lo peor. En la escuela donde enseño existen unas guerras internas entre el Equipo Directivo y profesores más progresistas, lo que me lleva a pensar que van a dar una nota negativa. Siento una gran inestabilidad a todos los niveles y confieso que me olvido con frecuencia de mi papel como profesor formador y soy cada vez más profesor transmisor, cosa de la que siempre abominé, pero que con esta evaluación me están obligando a hacer. Siento que estoy renegando de mis orígenes y frustrando las expectativas de los alumnos favoreciendo mi propia supervivencia".

“It is the supreme art of the teacher to awaken joy in creative expression and knowledge.” (Albert Einstein)

Original en http://todososalunosimportam.wordpress.com/2008/04/06/seguir-em-frente/